"Al final del viaje está el horizonte. Al final del viaje partiremos de nuevo. Al final del viaje comienza un camino, otro buen camino que seguir descalzos".

-Silvio Rodríguez-

miércoles, 25 de septiembre de 2013

POSTALES: SEMANA MENOS UNO

¿Se puede extrañar algo antes de que se marche? ¿Antes incluso de haber vendido el pincel? ¿Aún cuando estás sintiendo en tu cuerpo los surcos de una tinta que sabes que jamás abandonará tu piel?

Es miércoles -una vez más- y Quito se ha despertado con esa luz en los ojos que me provoca besarla. Es una luz tan blanca, tan universal, que a una le da por pensar que algo tan bello no puede estar sucediendo. La muy perra sabe cómo darte un poco de arena y un poco de cal. Sabe cómo enamorarte.

Doña Mari se sonríe cuando me observa caminar. Ahora sí, sus ojos de india me comparten ternura. Ayer no vino a trabajar. Se retrasaron un par de días en pagarle su salario y no tuvo suficiente plata para coger los tres buses que le llevan de su casa al trabajo.

Me busca desde su oficina móvil y me va comentando sus tareas. He venido por los manteles. Les voy a colocar papel en el inodoro. Vive pendiente de que no le falte de nada a personas que cobran 7 veces su sueldo y no muestran ningún tipo de vergüenza por ello. 

Ella es de Loja. Pero no tiene a nadie allá . Estoy sola - me dice- es lindo que usted, señorita, tenga quien en España le aguarde. Ya no me ve como a una niña delicada. Ya no soy la europea con la que sentía reparo de conversar.

Una vez la escuché explicar, como quien comenta el clima del día, cómo había sido su vida. Mi madre era soltera. Quería lo mejor para mí, así que me mandó con un señor que le prometió que me daría educación y comida. Me tuvo como una esclava. Por suerte, ya de mayor, conocí a un profesor de universidad que me ayudó a escaparme y me trajo hasta Quito.

Tomo té mientras ella me señala que además coma algo. Sentada frente a la máquina de café comprendo que la semana menos uno ha llegado. Ésa para la que siempre te has creído preparada. Tres meses de autoengaño que hoy se traducen en  una cabeza que se niega a imaginarse cómo será el hacer la maleta y tomar un avión hacia Europa, mientras mis manos empacan sus regalos en el papel reciclado de una vieja revista.

Ha llegado el momento de marcharse un poco. De permanecer en parte. De doler. Y sí, les adelanto, han sido los mejores tres días.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

POSTALES: TU BRÚJULA Y YO

Se marchó. Y se ha llevado con ella el olor a limón regado por toda la mesa. Se marchó. Y ahora la recuerdo distinta, más serena que cuando compartíamos soledades.
Llegó nerviosa, creyéndose en una guerra. A ratos, altiva. A ratos, callada. Menguante. Yo solía golpearme con sus respuestas escuetas, la profundidad de sus lindos ojos negros que no alcanzaba a comprender hasta que una tarde fría aprendí a nadar por ellos.

Caminábamos por la 6 de Diciembre y sin prólogo o presentación previa a la prensa, comenzaste a describirme las heridas de tu cuerpo. En ese instante me hiciste saber que no era tu dolor, también era el mío, el de dos vidas separadas por un inmenso mar y sin embargo, golpeadas por la misma violencia.

En Ecuador, casi resulta tarea imposible toparse con alguien que no crea en dios. Por ello, aquella tarde entre sorbos de café, él me preguntó intrigado: "Y si no crees en Dios, ni en ninguna fuerza universal, en qué crees entonces?""En las personas", le contesté, y mentía o me equivocaba. 

He conocido a grandes mujeres. En muchas ocasiones ni lo sospechaba. Durante años he admirado sus formas, su brillantez, su independencia y arrojo. Las he creído de alguna manera seres individuales, protagonistas de una única historia, un camino no lo suficientemente empedrado como para tropezar en él y alargar la mirada para ver qué hay más allá de tanta vegetación tramposa.

Aceptar y enfrentar mi dolor personal ha sido lo que me ha permitido reconocerme en multitud de paisajes. Los Andes, la cocina, la violencia machista, el Mar Caribe, la calle, el abuso sexual, la selva, el prostíbulo, la estigmatización. Me ha entregado un traje que me evita el sentirme extranjera en ningún lugar, y me ha hecho el regalo de reconocerme en la mujer que toma en las noches y luego ahoga su pena bajo la cobija. En la que se paraliza ante el solo recuerdo del agresor. En la que vaga perdida buscando palabras para una respuesta que sólo encontrará en su interior.

¿Qué milagro o fuerza mayor puede haber que la que reside en las mujeres? Que a pesar de los golpes, avanzan, a pesar de los gritos, no ensordecen, y que aún habiéndoles robado la brújula, jamás se pierden. 

Por ello creo en las mujeres. Creo en ella. Creo en ti. Y tengo la certeza de que nada ni nadie va pararte en ese camino hacia la felicidad que tú bien mereces.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

POSTALES: LA LIBERTAD

Lo quieras o no, vas a sentirte una mujer en este lugar. Te vamos a adular, te vamos a comparar con otras mujeres y créeme, saldrás muy mal parada.
América Latina ha despertado muchas partes dormidas en mí. Me ha colocado frente al espejo que muchas veces olvido limpiar. El del final del pasillo. El de los otros. 

Me ha convertido en el centro de la diana. De sus miradas. De sus deseos. De sus chismes. Me ha gritado diariamente quién soy. De dónde vengo. Qué es lo que quiero. Qué es lo que no. Y no me ha permitido jamás caminar impasible por este teatro cuyo tiquete -afortunadamente- alguien me obligó a comprar hacia ya más de dos meses

El chisme sirve para desalentar a las personas a actuar de cierta manera. Observa mis gestos, mi vestimenta. Juega a ser el juez de mi existencia, de lo que tengo y de lo que debo merecer. 

El chisme es una forma de agresión indirecta utilizada cuando los costos de una agresión directa son demasiado altos. Me sonríe amablemente. Se despide, y antes de que cruce la puerta ya ha coloreado en su mente un nuevo mapa de itinerarios falsos. 


La finalidad del chisme es excluir o afectar el estatus social de otra persona. Observa mis movimientos en la cocina, creyéndose autoridad, e imaginando para su tranquilidad de macho privilegiado, la vida que he debido llevar. 
Para él, soy una mala mujer, una consentida, una niña de papa. Controla mis salidas, mis entradas. Inventa escenarios, hombres con los que me beso o me meto en la cama. 

El chisme se lanza contra alguien que no puede ser atacado de otra manera, por lo que ser objeto de éste es un indicador de importancia social. Detesta mi libertad. Se muere por “hacerme suya”, rasgarme la ropa y dormir abrazado a mis pechos como si fuera su mamá. Es un cobarde. Un lobo patriarcal vestido de oveja que en las marchas reparte panfletos a favor de la igualdad.

Gracias a mis opresores cotidianos, compañeros de trabajo, meseros, viandantes anónimos, ex parejas... Gracias por no permitirme olvidar la necesidad de la lucha de las mujeres. Gracias por enojarme, por inspirarme y hacerme recordar que no debo callarme, que no debo rendirme jamás. 

Si mi libertad les incomoda, definitivamente estoy en el buen camino