"Al final del viaje está el horizonte. Al final del viaje partiremos de nuevo. Al final del viaje comienza un camino, otro buen camino que seguir descalzos".

-Silvio Rodríguez-

miércoles, 4 de septiembre de 2013

POSTALES: LA LIBERTAD

Lo quieras o no, vas a sentirte una mujer en este lugar. Te vamos a adular, te vamos a comparar con otras mujeres y créeme, saldrás muy mal parada.
América Latina ha despertado muchas partes dormidas en mí. Me ha colocado frente al espejo que muchas veces olvido limpiar. El del final del pasillo. El de los otros. 

Me ha convertido en el centro de la diana. De sus miradas. De sus deseos. De sus chismes. Me ha gritado diariamente quién soy. De dónde vengo. Qué es lo que quiero. Qué es lo que no. Y no me ha permitido jamás caminar impasible por este teatro cuyo tiquete -afortunadamente- alguien me obligó a comprar hacia ya más de dos meses

El chisme sirve para desalentar a las personas a actuar de cierta manera. Observa mis gestos, mi vestimenta. Juega a ser el juez de mi existencia, de lo que tengo y de lo que debo merecer. 

El chisme es una forma de agresión indirecta utilizada cuando los costos de una agresión directa son demasiado altos. Me sonríe amablemente. Se despide, y antes de que cruce la puerta ya ha coloreado en su mente un nuevo mapa de itinerarios falsos. 


La finalidad del chisme es excluir o afectar el estatus social de otra persona. Observa mis movimientos en la cocina, creyéndose autoridad, e imaginando para su tranquilidad de macho privilegiado, la vida que he debido llevar. 
Para él, soy una mala mujer, una consentida, una niña de papa. Controla mis salidas, mis entradas. Inventa escenarios, hombres con los que me beso o me meto en la cama. 

El chisme se lanza contra alguien que no puede ser atacado de otra manera, por lo que ser objeto de éste es un indicador de importancia social. Detesta mi libertad. Se muere por “hacerme suya”, rasgarme la ropa y dormir abrazado a mis pechos como si fuera su mamá. Es un cobarde. Un lobo patriarcal vestido de oveja que en las marchas reparte panfletos a favor de la igualdad.

Gracias a mis opresores cotidianos, compañeros de trabajo, meseros, viandantes anónimos, ex parejas... Gracias por no permitirme olvidar la necesidad de la lucha de las mujeres. Gracias por enojarme, por inspirarme y hacerme recordar que no debo callarme, que no debo rendirme jamás. 

Si mi libertad les incomoda, definitivamente estoy en el buen camino

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